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Huir del terror encontrar refugio

Foto del escritor: maria hurtadomaria hurtado

Recuerdo la historia de un profesor que, en medio de explicar alguna metodología de algún francés sensible con el mundo externo, se estiraba logrando ser más alto de lo que era y desde arriba nos mostraba su dedo meñique mientras sus ojos se iban tornando profundos mientras su voz se ralentizaba iniciando lo que podría ser un soliloquio. Contaba un poco de su juventud viviendo en una pensión en la ciudad de Bogotá. Contaba que allí vivían muchas familias pobres en una sola habitación. Vivian en un recuadro chico, durmiendo pegaditos, unos al lado de otros en colchones esparcidos por el suelo. Él decía que esas familias eran negras, eran campesinas y eran indígenas que huían del terror de las amenazas de personas que se creían dueños de la tierra que ellxs llevaban habitando por generaciones. Huían del terror para encontrar refugio.


Pienso que tener un refugio es un privilegio que esta condicionado por cuán rico eres. Aunque se lee nuestro presente como el tiempo de la escasez, lo cierto es que en este mundo hay inimaginables riquezas, eso sí, no pululan en cada uno de los rincones donde respira la humanidad, más bien, la riqueza está concentrada en unas pocas manos. Solo es pensar en el segundo hombre más rico del mundo, Elon Musk, donde su fortuna supera el PIB de varios países, entre ellos el de Colombia y según el periódico la Republica el 2% de su riqueza podría resolver el hambre mundial[1].


Los de las inmensas riquezas en pocas manos tienen la fortuna (que no debería ser una fortuna es un derecho) de poseer un refugio propio. Perdón, no es uno, son muchos, muchos, muchos. Además, no son recuadros chicos, son muchas amplias salas rebosantes de comodidades. Solo puedo pensar en los gigantescos espejos pared a pared en sus habitaciones. Solo puedo pensar en sus reflejos, y donde hay un reflejo hay un reconocimiento propio. Sin refugio, sin reflejo, compartiendo la intimidad ¿en qué se convierte el reconocimiento? ¿habrá algún reflejo? ¿existirá un yo?[MH1] [MH2]




Un apartamento azul y una habitación rosada


De pequeña cada paso que daba plantaba semillas de fortuna y todo crecía ya florecido y abundante. La niña que fui, ya no soy yo, porque ya no soy una niña, desafortunadamente. Soy lo que nombran socialmente como adulta y portar esta identidad en la realidad es estar huérfana de madres. Ellas, en mi subconsciente, me dicen: -es hora de hacer tu vida, María Fernanda-. Así que es hora/fue hora, de dejar mi refugio, entrar a la adultez y buscar la fortuna que tenía hace tanto que ni recuerdo.


La niña que fui tuvo lo que yo busco: refugio. Ahora, perdida, lo único que hacen constantemente es tirarme al mar y decirme nada. Pero no te hundas. O húndete. Pero recuerda volver a salir a la superficie. No importa si el remolino es más fuerte que tu cuerpo holgado lucha contracorriente para no ahogarte.


Lo siguiente lo recuerdo claramente. Camino como si estuviera allí.


Miro una puerta totalmente blanca. Esta tenía un hueco en la mitad cubierto por un vidrio espeso en donde se le habían tallado diminutas clases de flores. Se abre la puerta blanca y el apartamento se me entra por mis ojos. Es azul como el cielo en un día muy soleado. El apartamento era como una madriguera: estrecho pero acogedor. Para mi niña ese techo azul claro lo era todo. Entraba sabiendo que estaba a salvo. Tenía en esos años el conocimiento profundo de que una cosa es estar adentro y otra distinta, como desdichada, es estar afuera. Adentro es refugio, calor, cercanía, abrigo, tranquilidad, abrazos, reconocimiento.


Yo y mi casa éramos una sola. Mi casa: tan mía como mi cuerpo. Al abrir mi madre esa puerta blanca constataba la idea que siempre puedo volver a mí. Afuera es distinto, es la incertidumbre, la rapidez, el viaje, lo desconocido, el peligro. Pero si estoy afuera y vuelvo a dentro percibía que nada cambiaría permanentemente.


¿De niñas en algún momento saboreamos el amargor de los finales?


Con la cabeza arriba y los ojos bien abiertos caminaba el corto pasillo que en tan solo segundos cambiaba de azul a rosado.


Ahora entramos a mi habitación. A mí antiguó refugio. Añoro ese momento. Mi habitación rosada y mi cama rosada era pequeña, precisa para mi cuerpo delgado y corto. Esta cama tenía un closet en su parte de abajo. Cajones rosados que aplastaban las tablas y entre ellas salían blusitas, calzoncitos, mediecitas. El espaldar no era tanto un espaldar, mas bien, era un hogar mas para mis muñecas, bebes, barbies sin pelo o sin piernas y osos de peluche, como que la cama estaba desajustada y cada que me movía un tris fuerte me caían encima. Invasivos, con una diferente connotación, eran los tres ángeles que sobresalían pulcros en mi pared rosada que mostraba la autenticidad de mi edad y sexo. Su presencia se me ha quedado prendida. No pasa como los muñecos que te los puedes quitar con un sacudón y tirados en el suelo del recuerdo están. La idea de que existen ángeles, la idea de la compañía en la soledad terrible de una habitación, hasta hoy han hecho que prenda velitas rogándoles protección, compañía y consuelo.


Mi madre con su voz suave y dulce, con sus cabellos perfectos, negros y largos, y con una mirada protectora cubierta de rímel y sombra roja. Mi madre con dolor e indescriptible fuerza me acomodaba la cobija como una cueva alrededor de mi cuello y nuestra voz se hacía una diciendo lo siguiente:


-Cuatro esquinitas tiene mi cama. Tres angelitos que me acompañan. Virgen María dame un besito y hasta mañana.


Un beso de mi madre en la frente, cerrar los ojos y no tener miedo del día siguiente. Me duele no poder ser de nuevo esa niña que cuidan y protegen. Me duele no saber a donde ir cuando me siento devastada. Huir me la pasa huyendo, pero ¿dónde está mi refugio? ¿qué pasa que no lo encuentro? ¿por qué me quede desprotegida? ¿tiene que ver con mi pobreza? ¿la pobreza de una madre de tres hijos soltera y sin estudio que la llevaron al casamiento cuando vivir con un hombre otorgaba/otorga seguridad económica, se les olvidaba/olvida que el peligro para las mujeres y ninxs está dentro de sus casas? ¿tiene que ver con el patriarcado? ¿tiene que ver con el capitalismo? ¿a quién le atribuyo la responsabilidad? Puedo atribuírsela a la estructura social, sin embargo, estoy sola contra ella y la responsabilidad de construir un refugio es ahora solo mía.


Lo que se pierde queda con los juguetes tirados en el suelo.






Tengo la piel de una huérfana


La pérdida del refugio como materialidad y definición se dio en mi niñez. Esta sensación de perdida se ha replicado durante mi vida. Considero que un refugio son todos aquellos lugares que hemos habitado, y yo he habitado muchos desde mi época universitaria como foránea, lo que es lo mismo a decir que he perdido muchos. Pero también son los que jamás hemos habitado. El ejemplo más tácito para mí es el de un edificio en Cali que veía camino al trabajo. Era un edificio alto rojo. Cada apartamento tenía ventanas largas y angostas de color verde estilo colonial. Dos minutos pasar por ahí y la serotonina explotaba por mi cuerpo. Era una fiel enamorada al imaginarme habitándolo. Haciendo mi comida y de fondo alguna de mis canciones favoritas. Viendo el cielo un sábado a las siete de la mañana con un café caliente. Haciendo lo que más me gusta bailar y escribir. Si hablo de refugio lo hago con el toque de añoranza que tiene la búsqueda.


Para mi haber perdido mi refugio en la niñez se ha trasformado en la adultez en una especie de orfandad.


Un poema de cuando este tema era mi obsesión


Soy una huérfana en estos momentos

tengo la piel de una huérfana.


El dolor de la ausencia

que podría señalar como mía.


Por un par de meses la orfandad, el refugio que perdí y añoro fue mi obsesión hasta que se me fue. Sin embargo, en noviembre del 2022 leí un libro, en donde se forja la idea de identidad a través de una casa. Este es geografía doméstica de Margarita Cuéllar Barona escrito en plena pandemia.


Geografía doméstica narra historias por medio de objetos y espacios de la casa de la autora. Al contar estas historias de forma independiente se esta hilando una vida completa: la biografía intima de la autora. Lo cual me hizo reflexionar sobre el verdadero impacto en nuestra identidad que tiene el lugar en donde nos refugiamos de la lluvia y todas las cosas que tenemos en ese lugar, cosas que cuentan mucho sobre quienes somos. ¿Será que al no tenerlo nos sentimos perdidxs?


Por otra parte tenemos la frase final de Geografía doméstica:


“pero, ahora el paisaje que me ofrece esta puerta y ventana por la que entra un viento frío no es un paisaje infinito. Es un paisaje con carreteras y puentes que cruzan el río Cauca y me conducen de regreso a casa”


Fue precisamente esta frase la que sacudió todo y me hizo recordar, mi obsesión, mi tristeza, mi dolor, mi perdida, mi añoranza, mi imposibilidad, mis ideas sobre el tema del refugio.


¡Claro!-me dije- ¡lo importante es regresar a casa!


Y los que no tenemos una ¿entonces? ¿cómo vamos hablar de un refugio para nosotrxs? ¿huir será lo único parecido a ese refugio? ¿lograremos conseguir refugio? ¿mejor deseamos otros abrigos? ¿cuáles serían?

[1]https://larepublica.pe/mundo/2021/10/27/elon-musk-el-mas-rico-de-la-historia-su-fortuna-es-equiparable-con-el-pib-de-ciertos-paises/


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