Reconozco la libertad en mi piel. Es como si ella hubiera nacido conmigo. Pero serpiente soy, mudo de piel. Recuerda la canción de los Caifanes “debajo de las piedras hay otras pieles”
¿Cuántas pieles sentenciadas para sentirme libre? Hasta mi pellejo ha quedado prendido en el fuego del camino de ser mujer y reconocerme libre.
Mujer con botas y cabello suelto en una ciudad viviendo sola. Soy yo. Reconozco la libertad en mi piel y el día de hoy o cualquier otro día me sorprendo en su novedad. Luego un espasmo parecido al terror cosquillea mi cuerpo, desde la punta de los pies hasta la punta de las manos. ¡Tan grandiosa la posibilidad! ¿Seré tan valiente? ¿Seré tan fuerte? ¿Seré tan libre como nunca lo he imaginado? Y el espasmo se queda habitando.
Aquello es reconocer la libertad, todo el camino que se debe trabajar, el compromiso que se debe tener, la conciencia que hay que expandir y nutrir. La libertad como una forma de vivir el presente sabiendo que se debe al pasado y que precisamente por ello es obligación construir un futuro: hablo de la conciencia de ser mujeres situadas. Se sabe, además, que la conciencia inicia donde todo inicia: en la oscuridad. Esta vez, la oscuridad de mi propio universo que explota y no vuelve jamás a ser igual. Es mejor que pienses que la conciencia no está lejos en otras galaxias, está aquí mismo en mi piel libre, en mis entrañas, adentro, gruesas y reclamantes.
Hoy es igual a cualquier fecha conmemorativa: 21F, 8M, 25N. Hoy es igual a todos los días cuando camino y puedo ver el cielo azul mientras me inundo en él. Un día que reconozco mi piel como piel libre. Un tesoro hermanxs, no lo paro de saber, es por eso que lo habito en todo mi cuerpo situado, fuente de conocimiento. Y no lo paro de adolecer pues el reconocimiento esta atravesado por la ausencia. Hemos tenido las mujeres que estar en las peores condiciones para reclamar libertad, miles han perdido la vida y han dejado en nuestra piel hendiduras de ausencias.
Pienso en el aborto. Debimos tener esa ansiedad de ser puestas bajo reja para gritar que era una injusticia. Soñábamos junto a nuestras almohadas ser libres y ahora, desde hace un año tenemos la sentencia C-055-22 que nos permite abortar hasta la semana 24. Había y hay ausencias que hacen que nos cubramos de libertad nuestra piel.
Adolecer por las miradas frívolas que insisten en nuestra opresión. Adolecer el amor que nos dan magullando los golpes que recibimos. Adolecer el matrimonio en edad infantil. Adolecer la desaparición de las mujeres vivas. Adolecer la invisibilización de nuestros saberes. Adolecer el miedo.
La libertad está llena de dolor.
Es aquí que me veo reflejada en las palabras de Vanessa Rosales: “somos libertad, pero también opresión” Y es así como voy pensando en todo lo demás que me niega la libertad, pero como una gran ironía, me la otorga a la vez, me otorga su búsqueda.
Me he sacudido y todavía lo intento, las miradas varoniles como fuente de significado de mi identidad. Como por obligación llegando a normalizarlo lo hicieron mi madre, mi abuela y bisabuela. ¡Wow! Vuelve el aire de novedad a habitar en mí.
Ser un primer paso de libertad.
Me he sacudido la mirada varonil pero no me he podido sacudir la mirada del mundo capitalista como definición de mi identidad. Este mundo lo equiparo al gran hombre de la casa. A mi hombre de la casa. Aquel que provee de lo que necesito, por medio de mi fuerza de trabajo claro está. Lo que haga yo como trabajadora determina donde dormiré y viviré, a quién voy a conocer, cómo voy alimentarme, con que eventos voy entretenerme, los accesos a la cultura y dispersión, y sí descansaré o tendré tiempo para mí. Inicia una determinación a mi cuerpo, mi mirada y vida que no sé cómo se está estableciendo, y ni siquiera cómo cambiara las formas para entender el mundo en que me desenvuelvo. Reconozco que es a partir del acceso a trabajos bien remunerados y dignos que las mujeres hemos podido acceder a un bienestar económico y tranquilidad que ha demostrado a través del tiempo ser una puerta para que nosotras nos alcemos como sujetas autónomas y libres. Sin embargo ¿cuántos trabajos bien remunerados y dignos existen? Vivir la experiencia desde allí dentro, y hoy que se conmemora el día de la mujer trabajadora que soy yo también, solo me genera un montón de preguntas, de incomodidades, silencios e ideas que hacen reconocer la libertad y la opresión en mi piel.
Aunque este es un texto que vagamente va alumbrando temas que me obsesionan como este último que es la independencia, la economía y el capitalismo desde una mirada feminista desde el sur global, que no llega a ningún termino, escribirlo mientras despunta es entender, como en un video escuche decir a Gabriela Wiener, que estamos escribiendo sobre el poder o contrapoder y por eso es urgente. Así sea que solo despunte la idea es urgente escribir.
Vuelvo a dejar las inquietudes que a medida que crece mi experiencia se van ensanchando:
¿Qué es el trabajo? ¿Qué implica que para nosotras jóvenes mujeres de clase media y baja sea, supongo, el único lugar de crecimiento económico, traducido en nuestro mundo a “bienestar”? ¿Quién inventó el trabajo como ahora existe? ¿Qué más podemos hacer con nuestras manos? ¿En quiénes nos convertimos cuando trabajamos o cuando dejamos de trabajar? ¿Cuántos modos de trabajo existen? ¿Qué posibilidades inacabadas se nos pueden presentar para entender la realidad según lo que hagamos con nuestras manos? ¿Cómo podemos transformar lo que hacemos con nuestras manos? ¿Cómo es la materia que está en el trabajo y cómo nos afecta? ¿Cómo es el trabajo en antropología ¿Cómo puedo hacer antropología o auto etnografía de mi experiencia como mujer feminista joven en el mundo laboral presentándome como antropóloga?
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