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La crisis del feminismo en los setenta y ¿presenciamos esa crisis actualmente?

Foto del escritor: maria hurtadomaria hurtado


El tiempo histórico nombrado como “segunda ola feminista”, que abarca los setenta en el norte global, especialmente Estados unidos, sucede la crisis del feminismo donde su sujeto político principal: “mujer” es fuertemente cuestionado y hasta hoy en día. En nuestros sures, dentro del movimiento se observa este debate. Pues si nos detenemos a pensar cuando decimos que el feminismo es de mujeres: ¿qué tipo de mujeres?, ¿somos todas las mujeres iguales?, ¿qué significa ser mujer?


Las cuestiones fuertes a este hecho en los setenta las hicieron mujeres negras como Audre Lorde (2003) y bell hooks (2004), que criticaban el feminismo racista y clasista de las mujeres blancas. Esta cita de Lorde (2003) es fuerte: “¿cómo explicáis el hecho de que las mujeres que os limpian la casa y cuidan a vuestros hijos mientras vosotras asistís a congresos sobre teoría feminista sean, en su mayoría, mujeres pobres y mujeres de Color? ¿Qué teoría respalda el feminismo racista?”  (p.118) También la autora Monique Wittig que desde su propia experiencia como mujer lesbiana realizo un acercamiento conceptual alterno a la categoría mujer, y de paso cuestiona el sujeto feminista. Su frase célebre “las lesbianas no son mujeres” (Wittig, 2006, p.57) sintetiza la amplitud de identidades para encarnar y luchar contra el patriarcado sin caer en esencialismos de género. Y Gloria Anzaldúa (2004) como mujer lesbiana y chicana, lo que significa que su experiencia, como mujer india migrante Mexicana en EEUU, es encarnada en tres intersticios mezclados: mujer con una herida india-mestiza; herida por que su cultura aborigen ha sido colonizada, saqueada y esclavizada por trecientos años y, aun así, nos cuenta Anzaldúa, los patriarcas indios siguen esclavizando a las mujeres. En la huida migratoria habita como sujeto académico y político la cultura occidental en el territorio estadounidense. La mezcla de estos singulares espacios que la envuelven, pero a la vez desenvuelven para ella mirarse desde fuera y tomar conciencia de donde ha estado, definen su mirada como sujeto político feminista de la frontera y lesbiana y complejiza la diversidad de experiencias de las mujeres.

Las crisis, vacíos, grietas, incomodidades son fuentes fértiles de creatividad y acción política. Esta crisis del feminismo trae una oleada de preguntas, ideas, conceptos, conclusiones y propuestas que nutren el pensamiento y las manifestaciones de los feminismos, a la vez que transforma las subjetividades.


Carolina Meloni abarca en su libro: feminismos fronterizos, mestizas, abyectas y perras (2021) la cuestión central de este artículo, claramente su análisis es más robusto y completo, permitiéndonos comprender todas y cada una de las aristas de la crisis dentro del discurso feminista desenvuelto en los años setenta. Su trabajo de investigación es un gran dispositivo de creatividad política pues nos demuestra que el feminismo si puede descartar la identidad mujer esencialista de género y autodeterminarse desde otros lugares como: múltiple, hibrido, nómada, descentrados, mestiza, fractura, marginadas, fronterizo, extranjera, excéntricos, desterritorialización.


Ahora Donna Haraway es el personaje vivo de creatividad blasfematoria e insurrecta, ella apropia la noción del feminismo Cyborg, no apela a la identidad por el género, todo lo contrario, apela a un cuerpo múltiple que se esta armando y desarmando según le convenga, según el contexto, emancipaciones y cambios que quiere lograr. El cyborg es “un esfuerzo para contribuir a la cultura y a la teoría feminista socialista de una manera postmoderna, no naturalista, y dentro de la tradición utópica de imaginar un mundo sin géneros, sin génesis y quizás sin fin” (p.254). Su análisis y propuesta la encuentran en su obra: ciencia, cyborgs y mujeres la reinvención de la naturaleza (1991).





También es esta crisis la que nos dice que toda identidad es situada, que la determina su localización geoespacial, la cual le da rotundamente una clase, etnia, sexualidad, trayectoria de migración, entre otros. El cuerpo encarnado en el territorio interactúa con las estructuras sociales y desde allí es que logra conocer, intervenir, trasformar el mundo y crear su propia identidad.


Esta situación que revuelca mucho a nosotras mujeres del sur global con los estragos de la colonización y el neoliberalismo, nosotras que queremos transforma nuestra vida y el mundo a través del activismo, es necesario preguntarnos ¿Qué identidades estamos acuerpando para nuestros activismos? ¿Estas identidades son la propia encarnación de nuestras experiencias? ¿Estamos mirando nuestra ubicación geoespacial para crear el mundo que deseamos?  El conocimiento situado, como lo nombra Haraway, que parte del cuerpo, de su localización geoespacial y nos enseña algo fundamental: nuestro cuerpo tiene el conocimiento y así sus propias formas de nombrarse.

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